25/6/25

Guillermo Bianchi comparte a Lantigua/Estrada/Mondés

 


Antediluviano

 

Hemos volteado los abrevaderos,

puesto jarrones, antorchas, musgo,

cantos rupestres,

espiraciones de arcilla,

una bóveda azul,

los pájaros del aguacero…

y hemos pedido que ocurran la noche

y el alivio,

el equinoccio y las declinaciones,

el tiempo con sus puertas de vaivén,

las flores amarillas sobre los huesos,

las migraciones hacia sitios que no conocimos,

la desmemoria de los andenes.

Lo hemos pedido ante un panteón de rostros

y vasijas,

ante el amor.

Sin prevenir el fluir subterráneo,

y el vacío de las cavidades emparentadas

con la humedad,

y el llamado a flotar en este anverso

que no comprende

la sed.

 

© Liset Lantigua



Pleamar

 

Hay tumbas que están cayendo al mar.

Hoy precisamente

hoy que recuerdo a mis muertos,

a mis muertos que imagino juntos

dentro de un autobús que se va de excursión

al mar

con la comida preparada

y la ansiedad de las olas.

Las islas Marshall serán engullidas por el Pacífico

y sus habitantes

tendrán que buscarse otras tierras,

emigrar en sus canoas

de la misma forma en que un día

tomé mis cosas y me largué de la infancia

Un autobús me ha traído y llevado

siempre al mismo naufragio

a la misma orilla que recorro adentro

con muertos

que las olas

me devuelven.

 

© Fabricio Estrada


 

Buenos Aires

 

Plaza Dorrego. Nadie baila porque llovizna. Llueven rosas del Inca y San Telmo remeda un Montmartre otoñal. En el Mercado cubierto, los curiosos caminan siglos al revés entre pilas de platos patinados, zapatos impares, antiguos mapamundis con geografías inéditas, ropa de cortes excéntricos, minúsculas cucharas de platería oxidada, mil libros moteados y baúles rebosantes de lóbrega joyería, todo tiene perfume de vino cocinado y flores desgastadas. En el polvo, unas huellas de los reyes despojados de aquellos fútiles tesoros.

Buenos Aires, un vinilo gigante de Gardel ; en la humedad, olores a palo santo, alfajores, máquinas de café italianas, adoquines mojados, asado, tonos grises de agosto, teatros en la calle, mate, clavellinas, pequeños soles de bolsillo, salgo de casa por Arenales, lo de siempre la calle y en vos, todos los deseos que solo saben bajar cabalgan por las avenidas Corrientes, Santa Fe, Maya y la Plaza de las Locas, no ves que va la luna rodando por Callao, hasta lanzarse al agua turbia del Río de la Plata, suicidas de todos los amantes en Puerto Madero – qué cadáveres irán a pescar en el puerto de Montevideo. Ya sé que estoy piantao. La ciudad a tango abierto, el exilio en cinco notas cuando un bandoneón hace su entrada…

 

© Ada Mondés

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