Guillermo Bianchi comparte a Lantigua/Estrada/Mondés
Antediluviano
Hemos volteado los abrevaderos,
puesto jarrones, antorchas, musgo,
cantos rupestres,
espiraciones de arcilla,
una bóveda azul,
los pájaros del aguacero…
y hemos pedido que ocurran la noche
y el alivio,
el equinoccio y las declinaciones,
el tiempo con sus puertas de vaivén,
las flores amarillas sobre los huesos,
las migraciones hacia sitios que no conocimos,
la desmemoria de los andenes.
Lo hemos pedido ante un panteón de rostros
y vasijas,
ante el amor.
Sin prevenir el fluir subterráneo,
y el vacío de las cavidades emparentadas
con la humedad,
y el llamado a flotar en este anverso
que no comprende
la sed.
© Liset Lantigua
Pleamar
Hay tumbas que están cayendo al mar.
Hoy precisamente
hoy que recuerdo a mis muertos,
a mis muertos que imagino juntos
dentro de un autobús que se va de excursión
al mar
con la comida preparada
y la ansiedad de las olas.
Las islas Marshall serán engullidas por el Pacífico
y sus habitantes
tendrán que buscarse otras tierras,
emigrar en sus canoas
de la misma forma en que un día
tomé mis cosas y me largué de la infancia
Un autobús me ha traído y llevado
siempre al mismo naufragio
a la misma orilla que recorro adentro
con muertos
que las olas
me devuelven.
© Fabricio Estrada
Buenos Aires
Plaza Dorrego. Nadie baila porque llovizna. Llueven rosas
del Inca y San Telmo remeda un Montmartre otoñal. En el Mercado cubierto, los
curiosos caminan siglos al revés entre pilas de platos patinados, zapatos
impares, antiguos mapamundis con geografías inéditas, ropa de cortes
excéntricos, minúsculas cucharas de platería oxidada, mil libros moteados y
baúles rebosantes de lóbrega joyería, todo tiene perfume de vino cocinado y
flores desgastadas. En el polvo, unas huellas de los reyes despojados de aquellos
fútiles tesoros.
Buenos Aires, un vinilo gigante de Gardel ; en la humedad,
olores a palo santo, alfajores, máquinas de café italianas, adoquines mojados,
asado, tonos grises de agosto, teatros en la calle, mate, clavellinas, pequeños
soles de bolsillo, salgo de casa por Arenales, lo de siempre la calle y en vos,
todos los deseos que solo saben bajar cabalgan por las avenidas Corrientes,
Santa Fe, Maya y la Plaza de las Locas, no ves que va la luna rodando por
Callao, hasta lanzarse al agua turbia del Río de la Plata, suicidas de todos
los amantes en Puerto Madero – qué cadáveres irán a pescar en el puerto de
Montevideo. Ya sé que estoy piantao. La ciudad a tango abierto, el exilio en
cinco notas cuando un bandoneón hace su entrada…
© Ada Mondés
Etiquetas: Guillermo Bianchi
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio