Poema de Ana Gervasio
el cielo de cristal
es otro atardecer,
no brilla en la ventana
el rito del paisaje clandestino,
ni el aire envuelve mi cintura enamorada.
ahí afuera
las luces de colores profanan golondrinas,
aquí adentro intento el amparo de esta casa.
pero hay un carnaval agazapado,
una farsa que juega a entregar el corazón
que remonta hasta el infierno el querido fulgor
y deja adornos de hojalata
al costado de una lámpara.
parece que es lo mismo. todo da igual.
yo sigo en este lugar del espejismo
aquel prado donde "la luz se hacía visible"
sigo atrapada en este cielo de cristal
que estalla en esquirlas de indolencia
sin embargo, creo a veces,
que haber tenido el corazón a la intemperie
salvando flores del naufragio,
pintando amaneceres en las emboscadas,
arrebatando llaves a los calabozos,
tiene que haber dejado un leve resplandor,
un beso en la memoria
que no sofoque el carnaval,
que no se extinga
en la comparsa de máscaras del mundo.
nada importa. lo sé. todo es lo mismo.
porque hay un olvido que desgarra lo sublime,
que asesina impiadoso
el perfume del bosque.
–y entiendo que a veces el paisaje cambia–
pero no entiendo el paisaje devastado.
yo abrazo aquel olvido
en el que el fuego deja de alumbrar:
crujen las ramas y el viento ahoga la hojarasca
pero hay cenizas, como ráfagas,
que avivan el recuerdo
y encienden las estrellas si lo nombro.
por eso pido, por favor,
que un pájaro me eleve hasta su antiguo cielo,
(aquel que no sangra en el cuerpo cuando estalla)
y me deje allí, dormida,
en el lugar más sereno de su alma.
© Ana Gervasio
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