Margarita Drago comparte a Di Donato/Falquez-Certain/Costa
Los del río
quieto
atender
entre las piernas
martilladas
arrancadas las lenguas lentamente
el río
vuelve a ser rojo
y nos deja pasar
que acaba la temporada del ruidoso
exterminio
que la tregua empieza y
el río bautiza y
hay que correr a su encuentro
ahora
librados de sus aguas mansas
sombra y penumbra
la violencia
de la próxima anunciación
lo del río son catedrales y bailar
© Dinapiera Di Donato
Óptica infinita
A L. Meyer, in memoriam
Tus ojos que interpretan cataclismos
Tus ojos que vibran en lo incierto
Tus ojos que narran lo inaudito
Tus ojos que titilan exhaustos
Tus ojos que merecen el descanso
Tus ojos que temblaron con mi cuerpo
Tus ojos que despertaron la crisálida
Tus ojos, bóvedas marinas
Tus ojos, cilicio de mis noches
Tus ojos, lucha de delfines
Tus ojos, buril de mi romanza
Tus ojos, aguijón de mi lujuria
Tus ojos, yunque de mi entrega
Tus ojos, ocarina en la pirámide
Tus ojos, miel de mi amargura
Tus ojos, picaflor en desenfreno
Tus ojos, artífices de mi sino
Tus ojos, centauros de mis bosques
Tus ojos, karma de mi cuerpo
Tus ojos, seductores de nenúfares
Tus ojos, narcisos sorprendidos,
reflejan mi vida en un instante
fugitivo que sólo me nombra
cuando callas, tus ojos que
marcan mis senderos tortuosos,
desnudos escondidos en el puerto,
labio a labio, cuerpo a cuerpo,
tus ojos que ahora se cierran para siempre.
© Miguel Falquez-Certain
MAÍZ PARA PALOMITAS
El rastro del cuerpo de Jessica Dworkin,
la mujer de la patineta,
aún se dibuja en el asfalto, frente a mi casa.
Es largo y recto.
De ancho quizás mida un pie.
Fue grabado en la piedra negra
por su cuerpo blanco
a finales de agosto.
En ella aún están presentes los humores
que brotaron desde Houston
hasta el norte de Minetta
donde expiró.
Fue arrastrada como arrastraron
a Héctor alrededor de Troya.
En Houston con la Sexta avenida un auto impactó su patineta
y ella cayó bajo un camión de arrastre:
4 ejes de gomas nuevas marca Goodyear.
Venía de Trenton, New Jersey.
Ella, de la calle Thompson número 128.
La fue arrastrando mientras pedía auxilio.
Mi vecina Linda, con su perrito en la bolsa, escuchó los
gritos.
Sólo vi sus brazos sus piernas su cabeza.
—Llamen a la policía.
Un muñeco a punto de perder la cuerda.
El camión se detuvo frente al cine
Corrí del jardín a la avenida
a recoger sus pertenencias.
Una chancleta pequeña.
Una mochila Sportsack negra de cuadritos.
La bolsa metálica que protegía su iPhone.
Una batería suelta.
Amasijo de cables rotos.
El aparato de música que escuchaba
en el momento del impacto.
Lo puse todo sobre camión de arrastre.
Después me di cuenta de que debajo
estaba lo que quedaba del cuerpo de Jessica.
La zona se iba llenando
de camiones de bomberos, de carros de policía.
Ni una ambulancia.
Seguí buscando.
Encontré otra bolsa.
Adentro algo sólido,
quizás una libreta, un nombre,
una moneda de diez centavos en el fondo.
Mis vecinos, presos de terror,
no me dejaron mirar su contenido.
Me escoltaron,
para que lo entregara de inmediato
a las autoridades
Acordonaron la zona.
Los truenos venían del oeste.
Pronto la lluvia borraría
el último paseo de Jessica
por el Greenwich Village.
Llegó la tormenta
levantaron los cordones policíacos.
Volví bajo el aguacero.
Algo quedaba en la calle
bajo los torrentes de agua
y lo vi desde mi ventana.
Una bolsita de papel deshecha.
Escogí cuatro o cinco granos grasos.
Los tiré al jardín en su nombre
Me lavé las manos en el chorro
que salía bajo el portón de hierro.
Jessica llevaba en su bolsa
maíz para palomitas.
© Marithelma Costa
Etiquetas: Margarita Drago
2 comentarios:
Preciosos poemas! 🥰🥰😍😍
Gracias por compartir.
Bravo Margarita 💐
Maria Gabriela Micolaucich
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio