18/12/24

Poema de Mercedes Venturino

 

 

Amanecer en un solsticio

 

Amanecer en un solsticio

de mi vida,

orbitando alrededor de la mujer que crié

Me sobran años para ser pendeja

pero hasta el día en que me vaya

me va a faltar una eternidad

para sentirme vieja

Estoy parada sobre el eje de mi misma

y siento mi andar como una cinta de Moebius,

Pagué mis deudas y respondo por ellas,

más la cuenta de nadie entra en mi factura

Arrojada en el mar de los sentidos desde

tan niña,

atravesando vendavales de errores y presagios,

guerrillera de sueños y fantasías a los veinte,

escuchando que me dijeran que usar borcegos no era femenino.

Festejé cada vez que mi cuerpo se transformó durante meses,

aprendí que dar a luz

era mucho más recibir vida,

  que darla,

que maternar mucho más amplio

que ser madre

De la misma manera

me devolví al deseo,

me encontré perdida

entre laberintos de aire,

y me parí a mí misma dándome a luz:

Sí, se puede cambiar de parecer y de horizonte,

y no dejé de amar por querer más y mejor para mi vida.

Caminante de estepas

Pateadora de desiertos

Bailaora en la tormenta

Frágil en algunas noches

Paciente como la crisálida,

 aun sin saber qué me esperaba

Confiada, entregada al devenir,

explicadora serial de mis errores

  solo para reconocer después

que todos somos alguna vez el demonio de alguien,

el que lastima, el que escapa,

el que miente

Así,

con la paciencia tejedora de la araña

junté uno a uno mis pedazos:

           estaba entera

Sin pensar demasiado

saqué mi vuelo a la Isla

y me vi, bajo la Osa Mayor,

en la profunda noche de otro hemisferio,

celebrando la vida y la revolución entre el vino de amigos

Nunca llegué con tan poco

Nunca me fui con tanto

Nadie iba a quitarme nada que yo no quisiera,

y tantas cosas,

inesperadamente,

podían darme la vida

Así que acá,

no se baja nadie

El amor vino a mirarme de frente

con el brillo místico de un sol que nace:

Puedo sostenerle la mirada

Aprendí a saber de qué hablo cuando hablo

y nadie va a vivir por mí

un sólo segundo que yo no decida,

con mis aciertos y mis errores,

con mis confianzas y mis miedos,

empuñando la risa como el arma más vital

de mi propia revolución

Al borde de la copa se resume mi corazón

como las gotas de lluvia

 temblando sobre un sauce

El sol alza su copa de luz y brinda conmigo

Vivo

Tremenda y ferozmente

Estoy viva

 

© Mercedes Venturino

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