Susana Cabuchi recuerda a Alfredo Martínez Howard
LA CASA
Esta, mi
casa, es la entrega que hago al amigo,
aquí este
calor, el ámbito que se parece a un vaho de plantas.
(No
adjetivo mucho porque estoy apurado
y quiero
permanecer más en los nombres).
Esta, mi
casa,
cada día
tiene el color que le adjudico
y la
sensibilidad de mi infancia y del bosque,
de todos
los bosques del mundo, atesorados por la música
y los
rumores lejanos. Mi calor,
la esencia
de mi vino
y este
regalo de la madreselva
que me
invade desde la pala del sembrador que bendecía la raíz.
Rezo, me
inclino, apuro su costado celeste
y una
recién nacida flor se asemeja a la dicha.
La veo en
torno iluminada por las noches
y pienso en
mis nietos y en las fragantes hijas de mis nietos,
en el
sagrado corazón de los amigos que tiemblan.
Adoro este secreto
corazón de la tierra.
Yo he
nacido para caer aquí, a la sombría claridad de mis árboles
con el
ladrido de los perros nocturnos
(amarillos
a veces como aquel que seguía los pasos de Corbiére)
y el sueño
siempre estremecido de las alimañas,
de las brujas
que tejen en la noche como desveladas abuelas
y del
ensueño oriental de mis gatos.
Sueño en mi
casa como un rey
y del
desierto y la soledad los perfumes
anticipan
una llegada, una boda,
un
esplendor, un fuego. Sí, lo que se comunica y asciende como el fuego.
He
conducido muchas quimeras.
Siento en
el borde de mi jarra
la comba,
la preñez del deseo.
Siento mi
corazón como un pájaro inmóvil.
Y los
legados de otros pechos
y la
ausencia de alguien en mi silla con los brazos abiertos
como una
esperanza.
Mis cartas
custodiadas,
mis libros
dialogando hasta lo eterno,
el trazo
del pintor, los dedos que iluminan la arcilla,
el vaso que
se rompe por el latido de una voz lejana,
la lámpara
secreta cuya luz es mi padre,
y siento la
serenidad como a esa luz
y veo que
la vida rodea
y que su
entraña es mágica
y que si me
invade el otoño
y una hoja
amarilla se acerca a mis umbrales
todo es
nada más que mi corazón que atiende sabiamente
aquí, en mi
casa.
© Alfredo Martínez Howard
Dibujo de Julio Alfredo Martínez Howard (Enviado por Susana Cabuchi)
Dibujo de Julio Alfredo Martínez Howard (Enviado por Susana Cabuchi)
ULEILA
Porque no
hay que viajar
grandes
distancias,
además es
apacible, es bello,
encantador,
decían.
Y cada año
autorizaba el ocio
una
población serrana
cuyo nombre
proponía
un juego
sin salida,
un
interminable y misterioso acertijo:
Salsipuedes.
La calle
principal
era de
oscuro y empinado asfalto
y ondulaba,
perfecta para el patinaje
y sus
consecuentes advertencias.
Juntábamos
piedras, mariposas,
plantas
medicinales. Buscábamos
víboras,
avispas, miel.
Pero lo
inolvidable
fue el
nombre de la casa alquilada:
Uleila del
Campo.
Uleila
sonaba a oleaje campesino,
a ciclos
lunares en una lengua antigua,
a ulular
marítimo,
a lagunas
nocturnas, a luz.
¿Uleila era
una flor silvestre,
un extraño
y distante país,
un pájaro
prodigioso y desconocido,
una mujer?
Desde
entonces, en secreto,
llamamos
así a nuestra madre:
- ¿Llegó
Uleila del Campo?
- Uleila
dice que ordenemos el cuarto.
- ¿Ha visto
usted a la señora Uleila?
Nos había
prometido estarse viva,
tostar
zapallos porque -dijo- serían muy dulces
ese verano,
hacerme un
vestido de seda verde
para los
bailes de carnaval.
A veces la
nombramos.
En las
calientes noches,
desde
cualquier lugar, le preguntamos:
Señora
Uleila,
Uleila del
Campo,
¿dónde
está, por qué no vuelve,
por qué
demora?
¿O está en
el Mirador
reconociendo
amaneceres, colinas,
lejanías,
y no puede
salir?
Mucho
después de escribir este poema supe que en España hay un lugar llamado Uleila
del Campo y que Uleila era una palabra
árabe que significa Mirador.
© Susana Cabuchi
Etiquetas: Susana Cabuchi
5 comentarios:
maravilloso
Memorias del ADN Susana, Uleila se proclamó madre en tu poema. Hermosa palabra-nombre que no conocía y que me sonó a melodía en tu poema.
Gracias!
Muchas Gracias Mariel Monente y Belkys Sorbellini!! Las abrazo!! Susana Cabuchi
Estimada Susana, aquí encontré en recuerdo de tu querido Alfredo Martínez Howard, unas palabras que vos dijiste cuando se le hizo en Alta Gracia un recordatorio al cumplirse 30 años de su muerte, en 1998. Transcribo un fragmento: "Nunca habló de los errores, pero señalaba una palabra, un verso, y elogiando "ese logro", me hacía notar aquellas faltas. Permanecía en cama mucho tiempo por exigencia de sus médicos, pero a mis visitas respondía levantándose para caminar por las orillas del río Anisacate. A nuestro paso, los hombres del lugar (La Serranita) atentos a los trabajos de la tierra, y las mujeres, y los niños, reiteraban un respetuoso, amoroso "Buenos días, maestro" que nos seguía adonde fuéramos. Cuando llegábamos al río elegía una piedra grande, casi al borde del agua, y descansaba el fatigado cuerpo. Invadido de música y voces, convocaba a los poetas amados, la infancia, los amigos, las mujeres inolvidables y olvidadas, las claridades y las oscuridades de este mundo..." Sirvan estas líneas para homenajearte a vos también Susana y agradecerte por tanto y por todo lo que has brindado y sigues haciendo por nuestra literatura de Córdoba. Salud por siempre a tu "Corazón de las manzanas". Alfredo Lemon
Gracias Susana por recordar a Martinez Howard y gracias por ese poema tan dulce sobre la casa de salsipuedes .Me encantó
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