Lidia Vinciguerra recuerda a Enrique Roberto Bossero
Los Rostros
NO ME
QUITES, DIOS, estos ojos de niño.
Este
repetido deseo de acariciar
con el
asombro de la primera vez,
las mismas
calles de siempre
y los
rostros queridos.
El encaje
de un murallón costanero
que
separaba mi mano del río,
la angustia
de oxidadas gargantas
en
hambrientos buzones aplastados,
y ese otro
goce
tan
distante
de ver el
cielo pegado a un portón enmohecido.
No me
quites, Dios,
el deseo de
escribir en las paredes,
-pizarrón
de la noche-
una simple
frase de amor
o una
protesta tímida.
De recorrer
las calles con nombres de poetas
y hablar
con sus gentes distraídas.
De oír la
rara música de los sábados
-¿por qué
los sábados?
y creer que
mañana
todo ha de
ser mejor porque es domingo.
Un día
volveremos a ser buenos.
Cuando las
calles de siempre se vayan transformando
y los
rostros queridos se vayan oscureciendo.
Entonces
volveremos a ser buenos
y volveremos
a preguntar
quién
fabrica el perfume de las rosas
y qué brazo
sostiene el Universo.
No me
quites, Dios, estos ojos de niño.
Las calles
de siempre
están
llenas de rostros queridos.
© Enrique Roberto Bossero
La tristeza
se evade por el hueco de los ojos
sin
humedecer párpados ni mejillas.
Se acomoda
como puede en los pliegues del cuerpo,
en los
inhóspitos dobleces de nuestra identidad
y hasta
puede ubicarse
en los más
incómodos disimulos.
La tristeza
sin nombre es la que no informa.
La tristeza
sin nombre es la que se sostiene a sí misma
en la
primera sensación de que algo ocurre sin ocurrir.
Y qué hacer
con la duda, con la culpa,
con la
legítima aceleración que aparece
cuando
alzamos la vista
y quien nos
está mirando es ese amor,
ese amor
que por un instante llamamos tristeza
porque
hasta hemos olvidado
las letras
de su nombre.
© Lidia Vinciguerra
Etiquetas: Lidia Vinciguerra
2 comentarios:
Buena elección Lidia , tu homenaje y tu poesía con ese sentir tan presente por estos días. Saludos
Qué emoción Lidia encontrarnos con Enrique Bossero, y este poema que lo define tan poeta, porque el poeta tendrá siempre ojos de niño para nombrar las cosas, aunque crezca, será un hombre con sueños, como Enrique.
Tu poema no sabes cuanto me refleja... aunque yo, como ella, la tristeza, no lo refleje, aunque vos no recuerdes el nombre, ella es amor. Sin nombre.
Gracias.
Abrazo
Maria Paula Mones Ruiz
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