3/6/20

Estela Smania recuerda a Vicente Aleixandre



EN LA PLAZA

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza.

© VICENTE ALEIXANDRE




Nos quedamos solos. 
Mil noches fueron 
más de mil. 
Envejecimos
 cabeza con cabeza
 entre recuerdos. 
Se cruzaba la dicha
         a veces 
como un relámpago.

© Estela Smania

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6 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Oh! Gracias por traer a Aleixandre! Qué gran poeta.
Stella Marys Darraidou

3 de junio de 2020, 23:29  
Blogger Silvina Vuckovic ha dicho...

Me gustó mucho tu poema, Estela Smania.

4 de junio de 2020, 23:53  
Blogger Amalia Mercedes Abaria ha dicho...

Estela, hemos elegido el mismo poeta, Vicente Aleixandre. Realmente su espíritu es muy profundo y su poesía, magnífica. Gracias también por tu poema!

6 de junio de 2020, 14:52  
Anonymous Mariasilvia Paschetta ha dicho...

Sabio Aleixandre, además de bello...

7 de junio de 2020, 18:52  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Muy bueno tu poesía Estela! Siempre precisa, contundente, sentida. Alfredo Lemon

8 de junio de 2020, 17:00  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Qué profundo el poema de Aleixandre, qué sabiduría el ser entre la multitud, el atreverse a salir y estar. En contraste, el otro poema expresa la soledad de dos.
Muchas gracias
Juany Rojas

27 de junio de 2020, 15:55  

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