Poema de Susana Cabuchi

Todas las noches 

llega el anciano tío de mi padre, 

que ya casi no ve, 

y la madre lee para él 

los grandes tomos 

de Las mil y una noches. 

Estos libros 

no son para niños. A la cama. 

Detrás de la puerta, 

casi sin respirar, 

nos quedamos oyendo 

la voz de nuestra madre que repite 

las aventuras y desventuras 

de mercaderes 

navegantes, 

esclavas, 

mendigos 

y hechiceras, 

contadas a un rey por otra mujer. 

El viajero, sin querer, nos descubre. 

Intentamos huir 

pero él hace una seña 

con su dedo en los labios 

y se arrodilla 

entre nosotros 

para escuchar 

las palabras que llegan 

del otro lado 

de la puerta grande.

© Susana Cabuchi