Poema de Juan Carlos Rodríguez
Predestinada
Cuando era un niño que ni sabía
a qué guerra había ido Mambrú,
ya te esperaba, jugando a los soldados.
Te veía caminar como si el equilibrio
se enamorara de la suela de tus zapatos,
y soñaba con tus dedos, náufragos heridos,
jugando en una isla, en la curva de mi espalda.
Cuando estuve a centímetros de tu piel,
imaginé que un día recorrería esos poros morenos.
Soñaba con que tus ojos azabache
se alojen en mis cuencas cercanas,
y juntos pudiéramos reconstruir los días.
Hoy mis imaginerías son diferentes:
pensar en esculpir tus huellas hasta sangrarte,
ararte sin piedad para fertilizarte,
desintegrarte en la arena, descubrir en vos, lo
indescifrable.
Que salgas habitada de mí.
Que yo toque tu cielo
con mis dedos sedientos
sabiendo los dos,
que entre tus piernas está nuestra bendición
y a la vez nuestro pecado.
Que yo me anime definitivamente
a vivir por tu piel, y a morir en tus costillas.
Que mis labios recorran todo tu territorio,
y dejen huellas en los arroyos más salados.
Para desde ahí, poder reinaugurar la vida.
© Juan Carlos Rodríguez
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