Poema de Amalia Zacoutegui
Padre - a Silvia
Rivello
Padre: caen diamantes sobre las manos tendidas del ramaje
que cruje y ora, otoñal, por sus nudos.
Los pájaros escriben adioses en el aire,
escriben nuestra
sangre, que ha llorado los ríos.
Ya no más.
Sólo este fulgor,
este relámpago inasible, esta nada,
esta evanescencia, esto que fulgura y se disipa:
el vacío sediento,
su hondo tembladeral recién nacido.
Mientras tanto,
los lirios esperan tejiéndose en el alba,
con su sabia urdimbre – luz, ancestral y encendida.
Yo tejo junto a ellos los hilos de mi asombro,
este nombre de bruma que me llama,
este nombre que musita,
este nombre que canta en la oquedad su arrullo breve, que
aún es de suspiros.
Padre: escribo en lo dulce de las uvas,
con cada giro de mi lengua que sabe y que degusta
el filo, la cicatriz, la viva nervadura,
el sitio obstinado del escollo,
la piedra cercada que se sabe rendida,
el súbito viñedo que fluye y
que derrama,
mundo tras mundo, los zarcillos partidos.
Padre: soy hija más que nunca, en mí, porque te escribo,
porque te crea padre la letra renacida,
porque me tejo en ella tus posibles tibiezas,
tus posibles abrazos,
lo posible que trama nuestras vidas.
Soy al fin la vid que te florece,
que te nace en el dulzor y te astilla las muertes
como al fruto sabroso que canta en el vacío.
© Amalia Zacoutegui
6 comentarios:
Muy hermoso, Amalia!
Precisos.Lo subire a mis blogs, con permiso.
.
Bello, un saludo de
Silvia Loustau
Cuanta belleza en sus palabras.
Se perciben sentimiento y nostalgia, a medida que el fruto entre el viñedo teje y canta.
Muy bello Amalia!!!
Un hermoso homenaje al padre , trabajado desde una plena comunión con la naturaleza. Un beso. Amalia M. Abaria
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