29/6/12

Poema de Lidia Vinciguerra



“Nombrar las heridas
no las hace desaparecer,
están tatuadas en la sangre”.
Graciela Wencelblat


He de crecer así
agnóstica
en la vigencia de ciertos cantos
en la mirada algarroba
y mi postura de junco.
He de crecer errante
suelta de providencia
asoleada en excusas
que pudren el cuerpo
enferman espejos
y aceptan correrías de piernas
cubiertas con liencillo.
Mientras tanto
la voz aterrada
ha de incrustarse salvaje
en lamentaciones de un ciego
con vitalidad para el lamento
en la tregua, en la espera
en la composición de su no mirada.
Y además, he de pensar que Schubert
dejó una vida para ser amado
y seiscientas composiciones
o más
con rostro de mujer
y de padre
o de hermana
y de paisaje sinfónico
para que al fin los ciegos
dejaran de verse
entre sí.
He de crecer sucesiva y distante
hasta que una esfera de silencio
acaso alguna cerrazón
un principio de soledad estimable
(y antes de las lluvias
airosamente) domine
la procedencia encendida en esta fe
de ojo rendido en rosas despinadas
en altares de noche
que albergan vigilias
y más desvelos
y rostros empeñados
y cuerpos renacidos.
He tenido que aprender
de un ultraje de emociones.
Sin padre. Sin pausa.
Seca de lágrimas.
Con menos trampas
y de esta desarraigada
he aprendido que el amor
un solo amor
un único amor
es una bendición portada en cruz
como el milagro.

© Lidia Vinciguerra

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Como Schubert y tantísimos,composiciones o poemas, acciones o expresiones siempre dejamos algo con rostros de mujer, padres, hermanos....(me gustó lo que dejaste expresado)
Y epígrafe de Graciela, a la que adoro.

Lily Chavez

30 de junio de 2012, 8:00  

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