Poema de Silvia Cacchione
Dicen que acumular es un gesto ancestral,
un código fijado al ADN, pero hoy yo quise
ir en contra de la historia. Abrí con esfuerzo
el primer cajón del modular
y poco a poco comencé a escarbar
en los sedimentos del tiempo.
No sé a ciencia cierta de qué manera
logré reunir en el piso
banderines, carnets, plumines, escuadras,
lupas, gomas de borrar, soldaditos de plástico,
fichas de dominó, botones, llaves,
una foto mía recortada de una tarjeta de crédito.
Y de pronto allí, al fondo,
pudorosamente desnuda
vi la cajita roja.
La tomé con delicadeza, como si fuera
la cabeza de un recién nacido,
y sobre mi palma la sostuve un rato.
Te la regalé algún día de otoño
o de primavera, llovía, o tal vez no,
éramos (sospecho) novios.
Qué curioso, pensé, tantos años allí quieta
mientras alrededor se superponían
las distintas capas de nuestra relación.
Nunca supe si te había gustado,
si le habías dado algún uso o simplemente
la guardaste como recordatorio, insignia,
quizá trofeo, de algo parecido al amor.
La abrí.
Adentro, doblado un papel amarillento.
Lo abrí.
Me costó reconocer tu dibujo,
los trazos y los colores borroneados.
No era nada que habría esperado encontrar,
solo la imagen de un colibrí ancho y sin alas.
Una deformación de la naturaleza.
© Silvia Cacchione
Etiquetas: Silvia Cacchione

1 comentarios:
Bienvenida Silvia a éste sitio que pretende difundir a poetas contemporáneas/os. Abz, Gus.
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio