Poema de Rafael Felipe Oteriño
MONTAÑA MÍA
Qué difícil fue subir a esta montaña;
año tras año empujar el cuerpo mientras subía,
sin saber cuál era el rumbo,
dónde se pregunta.
Hubo que llenar los vasos y dejar que desbordaran,
y traer nuevos vasos como si fueran jazmines;
cerrar los ojos para saber si era llanto,
si en el camino perdería su costado de cielo.
Y, más tarde, el ahínco por aclarar la voz,
por hacerla audible;
que aprendiera a decir yo delante de los presentes,
que no enmudeciera frente a unos pocos.
Que hiciera crecer a su fantasma: un día, todos los días,
y defendiera su miedo como defiende el árbol
su audaz siempre-verde;
que tensara su raíz, su lástima.
Montaña mía: aprendí a descender.
© Rafael Felipe Oteriño
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