Poema de Luis Benítez
diorama
cuenta la leyenda científica
(la única creíble hoy cuando en su tiempo
poseidón creía en telémaco)
que la india chocó con asia
al final de su largo viaje hacia la costa
y así a ocho mil metros se alzaron
esos inmensos escombros los himalayas
que le cerraron para siempre
al feroz monzón que riega todo lo que destruye
el camino hacia áfrica
como aquel que quiere reparar lo irreparable
y la mitad del enorme continente comenzó a secarse
como la mitad de un pañuelo cuando se expone al sol
y las ruinas de la selva antes lluviosa
vieron por primera vez la línea del amanecer y del ocaso
grandes pastizales altos entre troncos podridos
para la eterna carrera del león tras el antílope
en la jungla reducida el pueblo de los monos
luchó por cada rama cada hembra y cada fruta
y los vencidos finalmente bajaron en dos pies a la llanura
¿de qué sirven una cola y cuatro manos en el suelo?
mejor alzar vacilando la cabeza por encima de los arbustos
como un niño que aprende a caminar y vacilando
avanzar lo que se pueda y dudando golpear
las piedras con las piedras hasta que de una
cuál será
cuál será la casa del dios de la comida
se escurra miel o se derramen termitas o de esas largas cosas blancas
que deja la merienda de los gatos mortíferos salga médula
el tesoro alimenticio de lo muerto
temblando de miedo por la oscuridad y los rugidos
australopithecus afarensis antiguo abuelo
corriste bamboleante entre las dunas peludo y asustado
de la amenaza diaria que traen la noche y las estrellas
ni garras ni colmillos ni alas ni cuernos
ni veloces patas ni músculos formidables
ni un duro caparazón ni un tamaño seguro y desafiante
apenas un débil brillo en la frente una vaga certeza
más lejanía que presencia de lo que no podías siquiera
tomar entre tus manos ni oler ni morder pero que estaba
en la palabra ayer todas las cosas de hoy son el mañana
© Luis Benítez
Etiquetas: Luis Benítez
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