22/1/21

Poema de Alejandro Méndez

 


 

El ámbar y el humo

 

El murmullo de las enfermeras

y el olor a desinfectante actualizan

la escena. Todo lo que tengo queda

reducido a una muda de ropa

en el bolso que hizo tu madre.

 

Preparo esta carta ahora que la cabeza

está nítida y la garganta indeleble.

 

Sin tiempo para pensar,

apenas en el aire notas rápidas.

Directo a las prioridades,

en los intervalos, cuando las puntadas

que bordan el vientre se dispersan.

 

Parecen escasas aquellas tardes

en el patio donde te sostenía al sol,

y lejanas las noches que leía

a la luz de una vela. Ahora pienso

en cómo desprenderme. La pregunta

es absurda frente al trabajo de la

naturaleza. Ella administra como

nadie el golpe de gracia y sus

derrames involuntarios.

 

Naciste bautizado por una apuesta

que perdí: un asado para toda la

familia por haber traído al mundo

a un varón. Te exhibí como el becerro

de oro frente a todos mis amigos.

No pude deshacer esa arcilla

por la que ahora imploro.

 

Carta que debiera ser un legado,

un proceso de selección minuciosa,

un reparto equilibrando la balanza

después de una corta vida;

pero la urgencia impone

—esta tarde de diciembre de 1966—

prescindir del inventario.

 

No habrá despedida.

Prefiero dejarte durmiendo

en el rincón frente a la ventana,

quizás con la esperanza

de alguna epifanía modesta.

 

Para desmentirla el ámbar y el humo

se depositarán como lluvia.

Algún día te cubrirán por completo.

 

© Alejandro Méndez

Etiquetas:

5 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

conmovedor.y bello. susana zazzetti

23 de enero de 2021, 10:03  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Tremendo poema. Mucho más que una modesta epifanía! Alfredo Lemon desde Córdoba

23 de enero de 2021, 18:40  
Blogger Mónica Angelino ha dicho...

Gran poema, Alejandro. Conmovedor!

Besosss

1 de febrero de 2021, 13:02  
Blogger Stella Marys Darraidou ha dicho...

Tremendo y bello. Stella Marys.

2 de febrero de 2021, 10:12  
Anonymous Andre Lípari ha dicho...

Cuánta belleza en ese instante de verdad y revelación. Cuánta calma como sabiduría. Precioso!

18 de febrero de 2021, 7:36  

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