Cap. II - dEpUéS dE lA vErEdA
Observo los mundos que se disputan mi
atención en este ataúd que
me contiene.
Escucho el chasquido de esa lengua
grotesca, lamiéndole la espalda
a lo que llaman destino.
Los breves cadáveres de un insomnio ululan
secretos en la última
habitación, con los ojos velados por una
sombra que da a través de
la ventana.
Percibo el jadeo que ensaya el verbo.
La soledad está inmensa, hermosa, respira y
come de las falanges de
una calavera.
Veo un rastro de miedo iluminado sobre los
esfenoides
y hundo mis dudas sobre la verdad
implacable de esa ternura.
Sin el templo no hay verbo, pero él lo
antecede y sobrevive.
dEsCenSo ¡No debo ordenar mis pensamientos!
Este caos es la
esencia de la libertad.
Soy
el templo de hojas como un colchón de
otoño que teme al viento.
Veo la llovizna, una hoja
ella es mi paz cuando vuela como gorrión,
cuando duerme esculpida
en un montículo de tierra, enfrente de mi
alma y el templo.
El tiempo guarda partículas infinitas de
comprensión que alimentan
al verbo y su trascendencia.
Me evangelizaron, me convertí en insecto
fui ungido con saliva insecticida.
Ahora predico poesía desde el cadáver del
que fui.
El profeta me llama
Voy
a oír el murmullo ¡el profeta es legión!
© Aníbal De Grecia
Potente poema Aníbal, lleno de metáforas, imágenes que disparan interrogantes y sensaciones, vibrante imaginación! "Sin el templo no hay verbo, pero él lo antecede y sobrevive". Felicitaciones! Alfredo Lemon desde Córdoba
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