Noemí Correa Olivé recuerda a Omar Aguiar
SALE CON
FRITAS
No sabe que
va a morir
cae al
vacío
y alivia la
densidad del gesto.
Está
corriendo envuelto en llamas
celular en
mano al festival
de margarina
en sus tostadas.
Familiar y
siniestro dramatiza
el trabajo
a favor de los invisibles
vulnerables
en el margen.
Chistecito
musical sin oír
el informe
meteorológico
le pregunta
a las moscas si
el sol va o
viene con la noche
en la que
se puso a la venta
para poder
comprar el tour rosado
del deseo
masculino en primera clase.
Su hermano
se perdió en Galilea
en el susto
de abrir los ojos dos veces
y la idea
se vendió en el mercado
sin razón
de Bizancio.
El tigre lo
va a comer intermediario
de la
fiesta que lo aburre a panza llena
y lo
humilla en el bostezo.
Todos los
cadáveres intervienen el signo
que no fue
dicho en vida
y el amor
es el envase que contiene
el pulmón
del tacho de basura.
Una bolsa
de ADN es materia
es proceso
de corrupción
para
brillar más que la nieve.
Una cita
que opaca los ojos
de las
estatuas en la sorpresa
de sueños
encima del duelo
que llega
siempre tarde a las células.
© Omar Aguiar
AQUÍ NADIE
BOSTEZA
Un pájaro
negro
abraza un
bocado de noche
allá, en la
diagonal del suburbio
una suela
aplasta
con
paciencia de experto
retahílas
de presagios
Dónde los
muertos sin sepulcro
dónde la
vigilia
el fracaso
de los templos,
quién alza
un puño de victoria
quién conspira
entre las nalgas
de un mapa
inventado
dónde la
liquidez
del amor,
preguntan
si la
ferocidad del surco desborda
pecados más
pesados
que el
miedo
y en cuevas
como si
fueran palacios
con ojos
descalzos
corretean
los hijos
de los
muertos
Quién,
extremo
quién
rebana el
pan sagrado
de los
pobres
Dónde las
vaginas húmedas
dónde la
frontera del dolor
quién,
resiliente
empuja el
carro del vencido
si el cielo
es un
mordisco de metralla
y el
horizonte una trinchera
de lobos
que aúllan y capturan el ocaso
Aquí nadie
bosteza
Aquí se
necesitan párpados
para cerrar
ojos vacíos.
Sobreviviente,
un búho manchado
se desliza
entre escombros y restos de uvas
los heridos
sin manos
para rezar
imaginan
que alguien
agota la distancia
y confiesa
y cancela
y los salva
La vida es
un juego de naipes.
© Noemí Correa Olivé
Etiquetas: Noemí Correa Olivé
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