7/6/20

Noemí Correa Olivé recuerda a Omar Aguiar



SALE CON FRITAS

No sabe que va a morir
cae al vacío
y alivia la densidad del gesto.
Está corriendo envuelto en llamas
celular en mano al festival
de margarina en sus tostadas.
Familiar y siniestro dramatiza
el trabajo a favor de los invisibles
vulnerables en el margen.
Chistecito musical sin oír
el informe meteorológico
le pregunta a las moscas si
el sol va o viene con la noche
en la que se puso a la venta
para poder comprar el tour rosado
del deseo masculino en primera clase.

Su hermano se perdió en Galilea
en el susto de abrir los ojos dos veces
y la idea se vendió en el mercado
sin razón de Bizancio.
El tigre lo va a comer intermediario
de la fiesta que lo aburre a panza llena
y lo humilla en el bostezo.

Todos los cadáveres intervienen el signo
que no fue dicho en vida
y el amor es el envase que contiene
el pulmón del tacho de basura.
Una bolsa de ADN es materia
es proceso de corrupción
para brillar más que la nieve.
Una cita que opaca los ojos
de las estatuas en la sorpresa
de sueños encima del duelo
que llega siempre tarde a las células.

© Omar Aguiar



AQUÍ NADIE BOSTEZA   
  
Un pájaro negro
abraza un bocado de noche
allá, en la diagonal del suburbio
una suela aplasta
con paciencia de experto
retahílas de presagios

Dónde los muertos sin sepulcro
dónde la vigilia
el fracaso de los templos,
quién alza un puño de victoria
quién conspira entre las nalgas
de un mapa inventado

dónde la liquidez
del amor, preguntan
si la ferocidad del surco desborda
pecados más pesados
que el miedo
y en cuevas
como si fueran palacios
con ojos descalzos
corretean los hijos
de los muertos

Quién, extremo
quién
rebana el pan sagrado
de los pobres
Dónde las vaginas húmedas
dónde la frontera del dolor
quién, resiliente
empuja el carro del vencido
si el cielo
es un mordisco de metralla
y el horizonte una trinchera
de lobos que aúllan y capturan el ocaso

Aquí nadie bosteza
Aquí se necesitan párpados
para cerrar ojos vacíos.

Sobreviviente, un búho manchado
se desliza entre escombros y restos de uvas
los heridos
sin manos para rezar
imaginan

que alguien agota la distancia
y confiesa
y cancela

y los salva

La vida es un juego de naipes.

© Noemí Correa Olivé

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