Mónica Cazón recuerda a María Elvira Juárez
Poema final
(fragmento)
Para mi
corazón que se abandona
como un
enfermo en su sillón
entre un
pacífico latido
y otro
acelerado
cuando las
circunstancias
enrolan su
premura,
para mi
alma que se afina
conturbada
y sola
moldeada en
su rostro secreto,
para mi
sangre
que aún
determina sus matices
y crece
y tiembla
en sus ramales,
para el
ángel que respira
mi sueño y
mi sobresalto
oculto en
la trastienda,
para ese
lejano rostro de mujer
eternamente
joven
con sus
trenzas ingenuas,
para este
techo y estas paredes
que asedian
casi cálidas
que
testimonian mis proezas
y
deserciones
mi
exaltación o mi bostezo
y el ojo
del reloj
inexorable…
© María Elvira Juárez
(San Miguel
de Tucumán, Tucumán, 6 de mayo de 1915 – ibídem, 13 de agosto de 2014)
Sin opción
A través
del ventanal siento el frío,
la quinta
alrededor de la casa
los frutos
atacados por la plaga de langostas
que
ahuyentamos con las tapas de las ollas.
Y el
aliento que se esparce por el vidrio, apenas,
porque
apenas puede.
Afuera, la
verdad del mundo.
Los
pulmones que se suicidan
pero nunca
mueren,
el perro
que alerta a los enfermos,
el sol que
ciega.
Suelto las
manos del médico que salva a la niña-vieja
porque ese
es su deber,
porque
salvar alivia la conciencia del hombre
y extingue
el sueño de alcanzar el cielo.
© Mónica Cazón
1 comentarios:
¡Hermosos los dos poemas! Muchas gracias por tanta belleza, y por la sensibilidad de ver la vida con los ojos abiertos de luz.
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