16/6/20

Mónica Cazón recuerda a María Elvira Juárez


  


Poema final (fragmento)

Para mi corazón que se abandona
como un enfermo en su sillón
entre un pacífico latido
y otro acelerado
cuando las circunstancias
enrolan su premura,
para mi alma que se afina
conturbada y sola
moldeada en su rostro secreto,
para mi sangre
que aún determina sus matices
y crece
y tiembla en sus ramales,
para el ángel que respira
mi sueño y mi sobresalto
oculto en la trastienda,
para ese lejano rostro de mujer
eternamente joven
con sus trenzas ingenuas,
para este techo y estas paredes
que asedian casi cálidas
que testimonian mis proezas
y deserciones
mi exaltación o mi bostezo
y el ojo del reloj
inexorable…

© María Elvira Juárez
(San Miguel de Tucumán, Tucumán, 6 de mayo de 1915 – ibídem, 13 de agosto de 2014)




Sin opción

A través del ventanal siento el frío,
la quinta alrededor de la casa
los frutos atacados por la plaga de langostas
que ahuyentamos con las tapas de las ollas.
Y el aliento que se esparce por el vidrio, apenas,
porque apenas puede.
Afuera, la verdad del mundo.
Los pulmones que se suicidan
pero nunca mueren,
el perro que alerta a los enfermos,
el sol que ciega.
Suelto las manos del médico que salva a la niña-vieja
porque ese es su deber,
porque salvar alivia la conciencia del hombre
y extingue el sueño de alcanzar el cielo.

© Mónica Cazón

1 comentarios:

Blogger Aníbal Costilla ha dicho...

¡Hermosos los dos poemas! Muchas gracias por tanta belleza, y por la sensibilidad de ver la vida con los ojos abiertos de luz.

17 de junio de 2020, 1:58  

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