4/2/20

Poema de María Ángeles Pérez López



La mujer se pinta el cuerpo de azafrán
tras la maceración de los dolores.
El tiempo ha liberado su tanino,
la piedra y la madera se volvieron
espuma microscópica y febril
que subió como hiedra por los arcos
con que la plaza inventa las alturas
y se abre con vehemencia a la ventisca.
También en la mujer penetra el viento
por todas las esquinas, medallones
que se colgó con rabia en la solapa
mientras pintaba en ella y sus maletas
de pronto coloreadas de marrón
o de rojo sombrío por las tardes,
el brandy que dormita en las barricas
y suelta sus antojos y su edad.
Sobre los muslos altos y dorsales
de arenisca soñando en remolinos,
la mujer traza un mapa de isobaras
con que vienen la luz y los naufragios,
el día y sus clausuras, su cantera,
los troncos que el Pacífico retorna
con un amor furioso e impaciente.
También los otros mares depositan
en ella y en su vientre mineral
como una plaza grande y porticada
el corazón mismísimo del tiempo
por su estigma de brote, insensatez
de azafrán o de especias amarillas
con que inventar el júbilo y el sol.
© María Ángeles Pérez López

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