9/5/19

Poema de Carlos Alberto Roldán





Iba mi mente torpe 
Enajenada por no sé qué cosas. 
El pontezuelo y una algarabía 
De mujeres casi niñas me distrajo. 

Una de ellas, -sobre todo una 
( y eran tres que bromeaban y reían 
vaya a saber de qué secretos murmurando)-. 
Y solo verla. La del vestido rojo: 
Oh,  qué amanecer tras de la aurora. 
Qué esplendor en la mañana tan inmenso. 
Me falta el aire. Bajo mi mirada de incrédulo 
Y como temiendo romper un sortilegio 
me detengo mirarla. Un segundo. Una miríada de segundo 
Sus ojos que devuelven la mirada. 
Querrá el mundo seguir, y no lo culpo. 
La mañana seguirá con sus torpes rutinas, lo anticipo. 
Mi vida ser perderá en estas calles, o en el mundo. 
Haré poemas, muchos, y ella en su marcha 
Cada vez se irá apartando para siempre. 
Joven y esplendorosa. Luz que temblando 
Rasga la noche que era ceñida e implacable 
Dejar a este poeta temblando 
Al temblor de la luz que funda el alba. 

Mírame hoy: artífice en el uso de palabras 
Y ver que ella se va, muere, se evade. 
Mírame tan vacío, sin elocuencias, 
Volviendo a una escena ya vacía. 
Mírame perdido hacia la noche. 
Y su aroma y su luz, todo se pierde. 

No se desmorone el recuerdo que la erige. 
Y se rompa mi lengua 
si no sabe decirla.


© Carlos Alberto Roldán

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