12/5/18

Texto de Leonardo Vinci





Es cierto, no estuvo dirigido a nadie. Escribí para mi soledad, lo admito, para mi propio llanto. Lo hice en nombre de la paz como una bandera ondeando entre dos bandos. Qué absurdo; qué egoísta es el minutero cuando rebasa con ahínco a la regordeta aguja horaria. Siempre supe que grabaría en papel aquel nombre que un día perdería. La pintura se corre de los ojos como un fresco, como si Vincent lo hubiera soñado, ángeles encendidos en el ala del sombrero, orando juntos, sin un sólo nombre más que la luz de la cobardía. Miré, las paredes de colores y sentí el alma resonando, el cielo, cerrándose como la garganta; la vuelta imposible y las calles con olor a lluvia. Me di cuenta que el pan faltaba en la boca, que con el despojo de tantos nos abrazábamos en la noche. Es cierto, gritábamos sordamente como si fuéramos muchos, todos juntos en ronda de sueño, sangre y tumulto.

© Leonardo Vinci

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