22/5/15

Poema de María Ángeles Pérez López


Podría ahora,
mientras un hombre duerme aquí a mi orilla,
remontarme por el río de la sangre
hasta la piedra primera de mi especie,
hasta el vértigo inicial de una mujer ceñida
por los signos, apenas descifrables,
que fueron roturados en su cuerpo.
Mi madre, y la suya, y la suya de la suya,
se agachan despacio y miran en silencio,
se acuclillan despacio.
La mujer que es primera de mi genealogía
calienta en su entraña aquello que rezumo:
la tintura más roja de la sangre,
el ocre de la piel sobre sí vuelta
hasta alargar las manos y el deseo,
ese blanco sin adjetivos de las lágrimas
o la leche que nace por sí sola.
La palabra es una excrecencia más tardía,
no nos ha sido dada por igual,
ni siquiera en mi origen más cercano
se encuentra el don de hablar y conjurar la muerte. 

Por eso estoy condenada a nombrarlas a todas.




© María Ángeles Pérez López

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4 comentarios:

Blogger Nerina Thomas ha dicho...

Hermosa condena poeta.
Besos

23 de mayo de 2015, 22:09  
Blogger Liliana ha dicho...

María Ángeles, bello poema, pude deslizarme por sus versos con fluidez, tal vez porque hay palabras que nos tocan en el mismo punto, o corazones que sienten parecido. Bello!


Lily Chavez

24 de mayo de 2015, 8:12  
Blogger María Sonia Quevedo Hoyos ha dicho...

Poema con la profundidad del vértigo producido por los signos y los símbolos.
Cuanta sensibilidad y verdad en la palabra.
Impacta la forma y la imagen de la madre en retrospectiva.

26 de mayo de 2015, 21:51  
Blogger catalina boccardo ha dicho...

hermoso poema, gracias

30 de mayo de 2015, 23:09  

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