Poema de Carlos Alberto Roldán
para el amor
disponíamos de los cuchillos más filosos
y su sonido de acero que temblaba en lo oscuro
para el amor
desnudos en la entreluna arrodillados
sin otra fe que el cuerpo sus volutas de humo
y transparencia
no éramos distintos a nadie no
no había la magia que ponen en el cine
o que uno a veces finge ponerse
o quiere creer según sabemos
para el amor éramos dos nadies ningunos cualesquieras
dos apenas que en una cornisa al girar se encuentran
dos ciegos en tumulto
dos mudos que quieren advertirse el peligro inminente
imaginate rotas las patas y alas de la paloma nocturna
ésa que robóticamente arrulla sus polluelos muertos
para el amor éramos una adhesión viscosa que subía
al absurdo mástil de un pararrayos en tormentas
tan poca cosa que nos guardábamos hambrientos
en bolsillos secretos de los cuores
en el fondillo del alma en deterioro
en la mano tan acostumbraba a dar que ya desvanecía
dos cuchillos de herrumbre con que herirnos malamente
y a duras penas alguna sobrevivencia
odios como para pulverizarnos y desde allí
ver si alguna ternura quedaba en el mundo
solos como Uritorcos negros como pájaros que en la bruma
recuerdan que buscaban el oro de la risa o canto
creo que alucinamos aguas dulces
que lamimos nuestros rostros por borrar la tristeza
los olvidos
disponíamos de los cuchillos más filosos
y su sonido de acero que temblaba en lo oscuro
para el amor
desnudos en la entreluna arrodillados
sin otra fe que el cuerpo sus volutas de humo
y transparencia
no éramos distintos a nadie no
no había la magia que ponen en el cine
o que uno a veces finge ponerse
o quiere creer según sabemos
para el amor éramos dos nadies ningunos cualesquieras
dos apenas que en una cornisa al girar se encuentran
dos ciegos en tumulto
dos mudos que quieren advertirse el peligro inminente
imaginate rotas las patas y alas de la paloma nocturna
ésa que robóticamente arrulla sus polluelos muertos
para el amor éramos una adhesión viscosa que subía
al absurdo mástil de un pararrayos en tormentas
tan poca cosa que nos guardábamos hambrientos
en bolsillos secretos de los cuores
en el fondillo del alma en deterioro
en la mano tan acostumbraba a dar que ya desvanecía
dos cuchillos de herrumbre con que herirnos malamente
y a duras penas alguna sobrevivencia
odios como para pulverizarnos y desde allí
ver si alguna ternura quedaba en el mundo
solos como Uritorcos negros como pájaros que en la bruma
recuerdan que buscaban el oro de la risa o canto
creo que alucinamos aguas dulces
que lamimos nuestros rostros por borrar la tristeza
los olvidos
© Carlos Alberto Roldán
1 comentarios:
Por qué tan amargo ese amor?Yo siempre pensé y supe, que el amor es un estado de gracia. O no?
Celina
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