Poema de Darío Oliva
Contra molinos de viento
Ya no sé si es día o noche
en este cuarto de preguntas,
o si el decorado es otro
y mueven de lugar ventanas,
pájaros y luces,
o si bosteza en el espejo
un calendario de luciérnagas ciegas
o
desorientadas,
o si cambiaron de lugar
una mesa o una neurona,
y habito el desorden
de palabras repetidas,
y silencios que se clavan a la lengua
con oxidadas dudas
tras las puertas.
Lo único cierto es la incerteza,
y que el mundo está de cabeza.
Yo mismo palpo la ausencia
cuando me toco roída sombra,
y es el deseo madera
de un barco encallado en las orillas.
Marea el vacío
y soportar los mismos ruidos.
Ni visitan el patio idénticas estrellas;
las nubla el charco de la tristeza
en el ojo de Heráclito, el oscuro,
y el desoído canto de ranas grises
bajo la luna. Y ya no sé si soy
semilla del aire o pie de tormenta,
o trazo desdoblado en un cielo
de Magritte. O la voluta de humo
que se consume en la ceniza
de un último cigarrillo.
Me consuela saber,
-aunque me engañe-
que esto también pasará
como tren de carga,
o viento entre las hojas,
y volverán las manos a encontrarse
en cada remanso de cada calle,
y la noche a darle de comer al día
sus buenas tardes, sus alegrías.
Y a ser gentes y no zombis
los que se hablen y demoren
una charla de
más
entre mate y
mate.
Y decomisen al miedo
tanto asedio,
tanta noticia destemplada,
tanta horrísona muerte
miserable en cada semáforo,
bocacalle o esquina.
Y gritar vida
en las puntas que proyecta
el sol de arena sobre líneas
que un niño traza en la rayuela.
Y volver mañana
por las deshoras ganadas
y perdidas en
Poesía.
© Darío Oliva
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