8/9/25

Poema de Martín Pucheta

 


DE LO ALTO VINIERON

 

1° de Mayo de 1921, Gchú.

 

De lo alto vinieron los disparos.

El fuego lo escupió la Catedral.

El fuego fino.

Y no sonaron las campanas,

sonó el Negro

y cuántos más. El Negro Silva.

 

Como el agua corriente escaseaba el cura

dejó servida la bendita a los nenes de Carlés

que subieron temprano

-al que madruga, Él lo ayuda-.

 

Otra vez

el disparo tras la cruz

el caño

asomado por la herida.

 

Le volaron el mate al Negro,

y al aire se sumó el sombrero

como un pájaro alocado

al que le arrasan su árbol.

Al Negro Silva y al Cele Iglesias

-justo iglesias se venía a llamar-.

Y a cuántos más.

-parece no animarse a ser pregunta-.

 

¿De dónde, el disparo?

Otra vez desde arriba.

Del “perdona, no saben…”

lo que no perdonó.

 

Estiró Tomás la herida

y el caño encontró su ojo

para apuntar.

La bala encarnada

en el Verbo.

 

¿De dónde?

 

Otra vez el disparo, de la cruz.

Los patoteros del Mulato

desde arriba

a separar lo de abajo.

 

Y Silva sonó, como una campana

de silencio negro,

y el badajo infinito de la bala

caliente en el cerebro;

no se puede pensar

una idea tan rápido.

 

Le volaron el mate y el sombrero.

¿Y al Celedonio qué?

Dos escarapelas

de sangre

en el estómago

le descolgaron el corazón.

 

Y a cuántos más.

 

Huelga recordar

que el tiempo repite

huelga.

 

Como tantas veces el disparo

desde allá

de la herida a la herida

del muerto al muerto,

por nacer.

 

© Martín Pucheta

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