Poema de Juanita Pochet Cala
Franqueza
Duele amanecer de cascabel,
el alma derretida, perlada la frente
y esta gota de alguien
en la pupila.
Ven,
En mi jardín no crecen
madreselvas y de noche
callaron los grillos.
He borrado una supuesta
nostalgia desde que observo
mi rostro en el espejo.
Tendrán que perdonarme
de esta alegría, la voz
que me conmina, el rocío,
las mañanas con sus flores.
Tendrán que perdonarme
esta palabra llena de desorden,
alimento sigiloso,
el rocío, las mañanas con sus flores.
Tendrán que perdonarme quienes no comprendan
la estatura del aliento.
El deseo es una franja
a la intemperie que se conquista, con las puntas
de los dedos y yo aprendí a empinarme.
Por eso duele ser tan franca
acostumbrada cada día al
paso de la lluvia,
al ruido del mar y sus olores, a mi despeinada
caballera riza, al pitusa desteñido a pesar de las
entrecomillas.
Sin dudas, tendrán que
eliminarme de la tierra.
Me considero una tonada
en sol mayor de algún violín.
Vivo más cerca de mis circunstancias,
aunque también a veces,
me canse de tanta hipocresía.
© Juanita Pochet Cala
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