4/7/25

Poema de Miguel Falquez-Certain

 


Idilio

 

A Luis Martínez de Merlo

 

En 1976, Luis y yo visitamos

la casa de Goya a orillas del

Manzanares. ¿Qué había sentido

el pintor al abandonarla por

el camino de Burdeos? ¿Angustia,

soledad, desasosiego? El contraste

de los ocres, una semana después

en una sala del Prado, tal vez

me indicaron la respuesta.

 

¿Qué hacía ese perro diminuto

olisqueando el infinito en medio

de la nada? La textura terrosa

y abultada me recordaba a Tàpies;

¿acaso Goya fue el precursor

del abstraccionismo? El aislamiento

absoluto, esa sensación de hundirse

en las arenas movedizas de un desierto,

¿no eran, quizá, la desazón del artista

ante un futuro incierto? Mi vida en Madrid

venía acosada por la incertidumbre.

 

Dos meses atrás, en un bar de Chueca,

había vuelto a luchar con el ángel.

El dictador había muerto y Luis,

con el entusiasmo de sus veinte

años, me confesó que hacía la mili,

pero que a pesar de todo era poeta:

el pastor desnudo de Fortuny,

en la portada de su primer libro,

selló aquella noche nuestro encuentro.

 

Madrid hervía con los cambios,

en la Complutense agredían los grises

y en Moratalaz volaban los gorriones:

rondas por las rejas de Recoletos,

vigilias sincopadas por el sexo,

noches de cine, teatro, cenas, vinos,

conciertos y coñac en tascas y tabernas.

 

Sin embargo, en el verano llegaron los adioses

y en los ocres de los arenales desaparecieron

aquellos amores de algunas otras veces.

 

© Miguel Falquez-Certain

3 comentarios:

Blogger Gus... ha dicho...

Bienvenido Miguel a éste sitio que pretende difundir a poetas contemporáneos/as. Abz, Gus.

4 de julio de 2025, 21:04  
Anonymous Anónimo ha dicho...

VIDA VIVIDA EN EL POEMA Y Y UNA HERMOSA SENSACIÓN DE TODO Y DE BASTA. SUSANA ZAZZERTTI

4 de julio de 2025, 21:20  
Blogger Silvina Vuckovic ha dicho...

Hermoso poema, gracias

4 de julio de 2025, 21:34  

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