23/7/25

Poema de Marisa Martínez Pérsico

 


UNDÉCIMA ELEGÍA 

 

Frente a la torre

del castillo de Duino dos turistas

hablan en alemán

mientras la hiedra antigua cubre

la piedra estremecida de calor y silencio.

Van con viseras de tela y las mejillas

mojadas y encendidas.

 

Miro el paisaje

y pienso en los ángeles de Rilke.

Las almenas que miran al Adriático

son reptiles atribulados por un dios inclemente.

Cada gaviota tiene su cetro en una cúpula

de asientos previsibles (pero no numerados) 

y el agave,

que tarda una vida en florecer,

parece una criatura lunar.

 

A lo lejos las islas

son damas que quieren estar solas.

 

Piedras y árboles

irradian una sabiduría secular

pero no han oído nada

de nosotros:

las instrucciones para domesticar un caracol,

las migas que arrojamos de los barcos para alimentar a las sirenas,

una hija que se llamaría Svetlana,

las cosas que dijimos mientras caminábamos

como esos alemanes que comparten

la botella de agua mineral.  

 

Por entonces mis viajes

solían coincidir con el presente

y los mirlos cantaban como oráculos

mostrándonos la única

dirección del suceder.

 

¿Sabías que los mirlos

desarrollan su propia melodía

y, al acabar, repiten

esa misma canción hasta morir?

 

Quizás un día vuelva a creer en lo que dura.

Pero aún me distrae

la belleza.

 

© Marisa Martínez Pérsico

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1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

plenitud de imagenes, muy bueno.
Anahi Duzevich Bezoz

23 de julio de 2025, 22:54  

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