Marcelo González Del Río comparte a Maro/Rossi/Abelenda
Liviano de equipaje
A Mujica
Me intrigan los versos
que nunca más leeremos.
Los que ellos queman en la hoguera
de la ignorancia,
junto a los tesoros invaluables
de los pueblos.
La peste sin límite de arrasarlo todo,
y la mentira de que la vida es mejor
acumulando lo innecesario.
Solo se escucha con atención
lo que no debemos leer
lo que no debemos cantar
nos condenan el hacer,
pero se olvidan que aprendimos
a multiplicar nuestras palabras.
© Víctor Juan Maro
Cerrojos
Dejas el sol
fuera de tu casa
detrás de las cortinas.
Y las 12 campanas
suenan en la noche
de tu habitación cerrada.
¿Por eso dices
llegó el día sin sol
y la noche sin luna?
No veo tus manos
empujar las ventanas.
© Alicia Marina Rossi
A la orilla del canto de aquel adiós dicho sin pensar,
casi como olvidando el tiempo,
siento el calor del cielo rojo ante el frío
y me dejo llevar por las estrellas que no vinieron a
buscarme.
Me sumerjo al profundo escote de la vida
en la oscuridad del día y de la noche
enfrentadas,
sin saber qué hacer, sin saber quién soy, sin saber nada.
Siento estar aquí sin estar allá.
Inclino la cabeza y mis pies apuran
el disturbio de mis pensamientos
buceando en el encuentro de lo imposible.
Veo un niño pasar raudo,
sonriente, feliz,
perseguido por su madre que lo azuza y lo divierte.
Se pierde en la distancia del pasado y ya no lo veo.
De pronto un joven persigue a una ninfa
y diez sirenas se interponen,
lo desnudan en un baile frenético de escamas de lino
y espermas de acero,
lo suben, lo bajan y se van.
Él también se va.
Pero puedo ver en sus ojos
el reflejo de una niña que lo mira
en la inocencia de una línea de siluetas
cerradas.
Y no hay nada ya.
O sí.
Un anciano bastón en mano se despide
en un saludo de risa entreabierta sin palabras y sin gestos.
Llego, al fin, al fondo de la nada
que me espera ansiosa en mi descenso.
Sin saber porqué me envuelvo en ella
y resurjo vagando
a la orilla del canto de aquel adiós dicho sin pensar,
casi como olvidando el tiempo.
© Augusto Abelenda
Etiquetas: Marcelo González Del Río
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