Texto de Alejandra Boero Serra
Ícaro volando
A Alejandro Michel
¡Qué peso el de la ingravidez! Sucede que, por un momento
-no importa cómo lo midamos-, quedamos suspendidos. Lo que sorprende, un poco
después -no importa cuándo suceda, ¡pero sucede!- es que la altura quema.
Caemos.
Arriba la presión corrompe las coordenadas -las que no
fueron previstas, las que enfocan la mirada: huellas en desorden - que permite
el resplandor fugaz…
Los ojos van cayendo. El cuerpo se relaja y deja que las
pupilas se contraigan y dilaten la revelación:
Que los párpados amortigüen la pendiente. Que las pestañas
filtren el tránsito. Que el rostro se haga cargo.
Una sonrisa se precipita: la desobediencia.
Se derrite la cera. La sombra del padre se aleja. Ícaro ya
no es Ícaro.
Se liberan tus alas. ¡Ícaro! ¡Vuelas!
Hay ruidos profundos. Crujen los cartílagos. Los músculos
duelen. Hay extensiones de arterias que se abren. Y se desangran.
En el centro un abismo se prolonga. Y salta. Y juega. Y nos
destruye. Se abren los sentidos. Un soplo. Un respiro.
Llegamos. (Llegamos).
© Alejandra Boero Serra
Etiquetas: Alejandra Boero Serra
2 comentarios:
Excelente!
Qué buen homenaje.
Bendiciones!
Te abrazo grande Alejandra
El cuerpo va siguiendo la voluptuosidad espiritual del amor... Abrazo, Ale, de Catalina Boccardo
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