24/5/25

Poema de Aníbal Costilla

LA LUZ DERRAMADA

 

He visto cómo los grises y los verdes del día

batallaban, encarnizados, debajo del cielo.

La quietud de las noches

restituía las energías; oh el amor y el equilibrio…

 

He visto la verde espalda del monte

golpeada por la piedra del fuego.

El dolor y su víbora de cenizas

derramaron en los cuencos carcomidos

el fuego que la sangre deshizo.

 

He visto los ojos azorados del escuerzo

bajo los horcones donde dormía el prójimo,

las manos ampolladas por el trabajo del tiempo,

postrada su esperanza, como un tronco

invadido por gusanos.

 

He visto la sombra anaranjada de la luna

treparse a los rostros de los cerros

abiertos como acequias, como si volviese de una alucinación

movía las manos a lo lejos, hacía señales de aviones,

humo rectilíneo, y bajaba

en una cicatriz femenina para teñir el río.

 

He visto los campos arados, la desprolija

ausencia de árboles, el viento levantó

crines amarillas como lenguas de paja, 

los terrones agonizaron

esperando la sed de las semillas

y el cuervo, amargo soñador

de un tribunal de osamentas,

apuntó sus ojos con la atención

de aquel que demora en gatillar.

 

He visto la putrefacción y el nacimiento

repentinos, la paciencia de la hormiga

arrastrando hojas picadas

para amasar el alimento

antes de la amenaza de las lluvias.

 

He visto erigirse en medio de la arena

                                                           grandes Babeles,

miles y miles de siervos desfilaron

por el borde de las empalizadas,

portaban carteles incendiados, bebés que mordían

la teta de una infancia sin palabras.

 

He visto al gualo mirar en una sola dirección,

se arrastraba, borraba

sus huellas en la arena.

El puma bebía del tajo de la presa

levantaba sus ojos,

a nadie le agradeció su grito saciado.

 

He visto el final de la estación

horrorosa,

el cielo se cerró como una inflorescencia

para madurar en su interior

la semilla del nuevo origen,

 

mi mano hendió el barro que cubría la ponzoña.

 

Pude seguir mirando, dije,

me amparaba la belleza de los nacimientos,

 

sin embargo, existen tantas artimañas

para resguardar un corazón.

 

© Aníbal Costilla


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3 comentarios:

Anonymous Susana Zulema Noé ha dicho...

¡Qué grandePoeta!! Sus letras inmensas martillan hasta los huesos!!

24 de mayo de 2025, 14:17  
Blogger Alfredo Lemon ha dicho...

Gran poema Aníbal. Esmerado trabajo. Oficio y orfebrería. Saludo desde Córdoba

25 de mayo de 2025, 9:33  
Anonymous Dardo Passadore ha dicho...

Excelente Aníbal!

25 de mayo de 2025, 18:42  

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