Poema de Valeria Cervero
Nací el mismo día en que mi padre y que la madre de mi
padre.
Esas coincidencias se dan en mi familia.
Mi abuela también murió la misma mañana
y casi a la misma hora en que nació mi sobrino.
En su agonía, ella esperaba al bisnieto
como si hubiera querido protegerlo mientras llegaba a este
mundo.
Fui la última en hablar con ella, aunque tal vez no me
escuchara.
Después de eso ya no despertó.
También fui la última que habló con la madre de mi madre
antes de que muriera en un colectivo.
Su corazón dijo demasiado pronto que no podía seguir.
Lo último que le escuché decir a mi mamá
fue el nombre de mi hermana pidiéndole algo.
Las mujeres de mi familia murieron solas o acompañadas,
pero dejaron sus voces sonando en el recuerdo antes de irse.
Tal vez haya sido una forma de legado,
una manera de tocar los otros cuerpos desde la lejanía.
No busco entender las vueltas que da la propia historia o la
ajena.
¿Qué encanto tendrían entonces?
Dios tal vez sea todo lo que no logro comprender
pero no llega a parecerme absurdo.
© Valeria Cervero
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