Llegué a las tres de la mañana en un taxi conducido
por una mujer.
Me habló de su desventura amorosa. No quería envejecer
sola
pero su única habilidad era fijarse en los tipos
equivocados.
Por la tarde había leído un texto de Virginia Woolf.
Decía que dentro de un siglo las mujeres no serían el
sexo protegido
y participarían de todas las actividades, incluso conducir.
La profecía de Woolf se cumplió.
De lo único que no se puede escapar es del desamparo
que provoca el desencuentro.
© Sergio Morán
Muy cierto Sergio. La profecía de Woolf se cumplió y la sentencia del final de tu poema es así. Alfredo Lemon
ResponderEliminarGenial Sergio. Abrazos.
ResponderEliminarMuchas cosas cambiaron por suerte, el desencuentro siempre fue y es inevitable.
ResponderEliminarGracias Sergio, tremendo poema. Andre
ResponderEliminarQué bello. Siempre tan bello
ResponderEliminarGracias por la lectura y los comentarios
ResponderEliminarME ENCANTÓ !!
ResponderEliminarMuy bueno, Sergio!
ResponderEliminarAna María Oddo