El último verano
¿Cuál fue el último verano
en que el tapiz de luciérnagas
sobre el pasto de mi barrio
daba la luz suficiente para besarnos?
Una escondida a plena luz del día
se disfrutaba,
pero de noche... Ah!
De noche era un milagro…
Y cuando empezaba la cuenta
yo me escondía cerca
del chico que me gustaba,
sólo para ensayar por unos minutos
la posibilidad del guiño,
el secreto compartido,
la ternura que
permiten algunas alianzas
Creo que los juegos me ayudaron a entender que gran parte
del amor
es complicidad,
es ese guiño que te da amparo,
que te mantiene unido en una guarida
¿No es acaso el amor, el deseo recíproco,
una forma de refugio?
¿Cual fue el último diciembre
en que los árboles
me ofrecieron sus ramas
como a una fugitiva?
¿Cuando tejí por última vez las raíces elásticas del gomero
?
Aquel
que nos servía de sostén y de casa
para jugar, para besar,
para escondernos del mundo
y su adultez color sepia
Por eso amo el movimiento,
el motivo del movimiento,
el sostén, la causa y efecto
del movimiento,
de ese cuerpocasa que somos en movimiento,
de mi mente aprendiendo los símbolos
y los signos del movimiento
El camino se abre cuando nos movemos
y hasta para respetar la quietud
hay que hacer un traslado
Lo aprendí jugando
muchos años antes de estudiar
y que me dieran un título
Lo aprendí riéndome como una rana
desparramando mis plumas
por las calles circulares del Güemes
Lo aprendí cuando tuve que llorar
y no escatimé lágrimas
para mojar los hombros de mis amigas,
más luego todo pasó y volvimos al juego
Y yo,
que fui perdiendo como un mendigo
la fé que leía
en los ojos de mi abuela María
me digo,
como un salmo que me consuele:
Tu religión es la
infancia, querida
© Mercedes Venturino
Luz poderosa tu poema, Merce. Gracias🌟
ResponderEliminarHermoso
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