Nada nos había preparado para el sol
que nos amanece las venas
con la vida del colibrí a flor de labios
para este día coronado de flores negras
donde los pájaros vuelven a cantar
para alargar la majestad del día o del
tormento
cabezas de chorlito
en la ciudad que crece
y se deforma detrás del vidrio
cabezas de pajarito
sobre los lechos pueriles y lunáticos
turbia eternidad
donde las ropas y los cuerpos
cuelgan
de la humanidad en llamas
de multitudes que aúllan
al fondo del espejo
nada nos había preparado
para ser menos que eternos
ni morir como tantos
en el orgasmo
o en los sonidos de la infamia
con las palmas hacia la altura vacía
cabezas de chorlito
el otoño nos haría oler
el tiempo en pueblos melancólicos
inclinados hacia el relámpago del vino
el canto arduo y misterioso
de la tierra ceñida por negros pájaros.
© Ariel Ovando
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