José Watanabe
en
el bosque de espinos
Quieto, en su silla,
no le asombran los cuentos de ningún
viajero.
Sabe, por el crujido de las tripas
y el sapo que le habita el corazón
del movimiento de los ríos y el viento,
el cambio de las estaciones,
que todo animal es mítico
porque señala un borde de lo humano.
Sabe, también
que la vaguedad es hórrida
porque no hay palabra que la nombre,
así como el lenguaje es un bosque de
espinos
repitiendo el límite de lo posible
y somos cabras
de súbito enloquecidas
dejándonos en cada espina.
Seguro en su silla cree saber
que es un desvarío el sueño de les poetas:
decir una palabra.
tocar una palabra
hasta estallar el mundo
y su sentencia.
© Leticia Hernando
me encantó el tono y el mensaje. susana zazzetti
ResponderEliminarMuy bueno! y muy justa la ilustración de Gustavo. Alfredo Lemon
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