LA CUERDA con que paseo a mi perrito
es cordón umbilical y soga de ahorcado
tendida entre el umbroso reflejo del Primer
Hombre
en las aguas de un río y la mano que
sostiene la cuerda.
Rastro de perfume en la almohada.
Las muelles palabras “perfume” y
“almohada”.
Oh las palabras.
Oh los rastros de perfume.
Potes con esencias alineados sobre el
tocador.
Seducción de las habitaciones alquiladas
por ex convictas que cuelgan sus lascivas
ropas
en tres perchas y ríen en los balcones.
Oh lascivia.
Encima de un sillón conocen el embeleso de
las manos.
Ella es descarnada. Sabe para qué hace eso.
Oh la carne.
Bajo la luna, los seres humanos toman
apariencia maciza,
su carne pareciera tener escasa
organización interna.
El culto lunar es peligroso.
Bruto. Brusco. Burdo.
Oh Luna.
Patas plateadas de oso aeroespacial
jugando sobre superficie lunar a las
aventuras
de Julio Verne con disfraz regalado en
Merry Christmas.
Patio de juegos del American College.
Oh América.
Revienta ya, revienta, América.
O, mejor, hundirse
arrastrando los ídolos al fondo del mar.
De lo contrario, proseguir
en florestas y cuevas milenarias,
silabeando, y que responda el eco en los
valles.
Los autores que admiras no llegarán a
leerte
y eso es lo que más desearías.
Ecos en los valles.
California. Orinoco. Río Negro.
Canción irreconocible por el estrago del
tiempo,
anotada en un códice ajado y recompuesto.
© Eugenia Cabral
Qué buen armado del poema. Esa Oh con su ironía, más todo lo que va diciendo.Qué buen poema! Un abrazo
ResponderEliminarExcelente...!!! Gracias, Irene.
ResponderEliminarBelleza de poema.
ResponderEliminarUn gran poema !
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