El cuerpo de mi madre no envejeció
solo ahondó la desarticulación
entre afectos, pensamientos y órganos
hasta convertirse en un objeto desesperado
fuera del tiempo
perdido en una memoria muda
que a veces por instantes
asomaba en la mirada.
Negado a vivir
la piel cetrina se fue haciendo de mármol
blanco, duro, frío.
Negado a morir
se entregó al hambre del hambre
ninguna saciedad.
Ella que casi nunca comía
se redujo a ser boca abierta
oscura y jadeante
que pedía más.
© Majo Bozzone
Impresionante poema. Maravilloso. Gracias, Irene.
ResponderEliminarUfff gracias. Enorme poema. ❤️🦋Graciela Ballesteros
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