XXVIII
En cada rezo, mis manos no tienen dueño. No
hay, fuera de ellas, una conspiración. Nos llevará varios siglos de
distracciones pero, al final, pondremos la atención en las sombras. Dios es una
palabra y el argumento termina aquí, donde el viento tajea.
© Jorge Curinao
Hermoso poema.
ResponderEliminarMe encantó.
Marilyn Zumbo
Muy bueno Jorge, poética y recogimiento. Alfredo Lemon
ResponderEliminarPrecioso como todo lo que escribís, Jorge. Un abrazo.
ResponderEliminarBello. Bello.
ResponderEliminarEl viento duele.
ResponderEliminarGracias Jorge por tu voz necesaria
Claudia