Daniel Ruiz Rubini comparte a Urquiaga/Favaretto/Verandi

 

HUMANIDAD

 

Esta tristeza de irnos,

desvanecernos en la arruga,

hierro en la piel del árbol.

 

Esta fácil

trastienda de la muerte

donde yacemos

hasta el fin,

donde dividimos nuestro pan

y el pan de los que queremos,

hasta que el dominio de los fuertes

prevalece en el reparto.

 

Todos padecemos

la figura del hueso,

ese hueso que tiene más lágrimas

y más peso que una lluvia y un río

y el egoísmo de los ojos y los párpados

viendo desnutridos ángeles.

 

Y entonces, sí,

en mi tristeza yazgo

y pienso en esos niños;

voz del exterminio y el rezo.

Y camino

como un gato en la espalda mansa de la teja.

 

Liviano como un polen llevando a otra corola

cercano al abismo

donde uno se pregunta

arrodillado en los adoquines de la vida:

¿Dónde está la navaja

que corta el último latido

y lo deja

como un racimo dolorido entre las manos?

Cuando uno se ha quedado a la vera de los ríos,

cuando uno no tiene

más que un mísero centavo en los bolsillos,

es la vida como un último aliento compartido.

 

Astul Urquiaga

 

 

TAREA POÉTICA

 

      Humedece mi juventud frente a tus besos que otra  deglute

     (...) mi sien la tapa de un pozo inmundo

     Alejandra Pizarnik 

 

Evito

mojar la pluma

en el tintero de las arterias,

mi modo,

en noches de calor como ésta

transpiro el poema

de los pliegues de mis codos

y mis rodillas,

lo exprimo de la quemazón de mis ojos

lo escupo tosiendo y

estrangulándome de asfixia

se me sale de los pezones

y en la entrepierna

cuando con tus yemas rozas

este cofre rosado

que guarda poemas

y sudor

y orgasmos

y llanto.

 

Silvia Favaretto

  

MONA LISA

 

Ella no sonreiría en ninguna parte de este mundo

está en un jardín del sueño

entre trapos negros y hojas que brotan

y taponan la salida del agua libre.

Su quietud de dama preservada

mira nuestra fugacidad.

Escuchen: este cadáver insepulto

tiene una terquedad de cucaracha sorprendida en la alta

noche de la cocina.

Alabado aquel que lo dejó caer desde su espíritu

justamente en la puerta que nos permitiría

salir y correr hacia lo humano.

Qué cosa tan pero tan viviente

la sonrisa de la muerta

como esa semilla que lleva el río.

 

Mariano Verandi