Hija,
las mujeres de nuestra sangre
cantan
cuando quieren llorar,
y cosen largos ruedos desprendidos
con hilvanes de lluvia.
Pasan días al borde de sus hombres;
cuando se van
inician la nostalgia del fuego.
Asumen que no saben de fragilidad,
porque no tiemblan al quedar desnudas.
Mientras pasa la vida, se peinan y
despeinan
la larga trenza
ceñida al cuello.
Hija,
yo, que no tengo nada,
te regalo el don de la inusual.
Coronate en la selva,
bailá sola en la orilla del mundo.
Pagale al desamparo su moneda.
Temblá de miedo,
de inocencia,
de coraje.
Y que aúllen los lobos
festejando
tu orgullo de mujer recién venida.
© Mariana Finochietto
Siempre es un placer leer a esta autora. Gracias por tu poesía.
ResponderEliminarBellísimo este poe.a Mariana!!! El mejor legado para tu hija
ResponderEliminarSonia Rabinovich
Qué maravilla tu poema!
ResponderEliminarEs una joyita. Tiene tantas bellas imágenes!!Gracias
gracias por tu poesía es siempre hermoso leerla un abrazo alba estrella gutiérrez
ResponderEliminarMuy buen poema , bellas imágenes y mejor mensaje.
ResponderEliminarCariños
Juany Rojas
Siempre en sus textos encuentro poesía.
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