Poema de Stella Marys Darraidou
El que inauguraba los días
tenía surcos en las manos
y hacía surcos en la tierra,
la tierra y sus manos
sus manos y la tierra,
ir y venir de la faena y el cuidado,
entre el maíz y las lluvias
entre el sorgo, vacas lecheras y sequías.
El que se había bebido el horizonte
a caballo y con la escarcha de las
madrugadas,
tenía las manos cuarteadas,
una mirada muy clara y
un silencio largo en la garganta.
Nunca le pregunté si era feliz
yendo del tambo al palenque,
nunca le pregunté qué hubiera querido ser,
mientras yo crecía llanura, barro, sulky,
leche recién ordeñada y terneritos tambaleantes
que él ayudaba a nacer.
© Stella Marys
Darraidou
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