Algunas cosas
no deberían suceder, pero suceden
por culpa del azar
o de las piedras
que echamos a rodar cuando aprendimos
que tropezar
también es levantarse.
Así,
supimos que la tragedia no siempre nos
señala,
que no fuimos los héroes que conquistaron
la alegría,
que vivimos igual que el resto de los
otros,
empujándonos
de un lado al otro de la tierra.
Sólo el amor, a veces,
nos rescata
y nos regala el corazón que merecimos
cuando fuimos inocentes
y soñamos
con un latido más leve que los pájaros.
Entonces canta
en el centro del pecho
una musiquita de luz.
© Mariana Finochietto
Hermosa sensibilidad. Alfredo Lemon
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