Poema de Daniel Viola
El sol ha nacido en rojo de vergüenza.
Como la luna cuando se llena de sangre y
sube
abandonando su dolor en el agua.
Siempre habrá nostalgia en ese acontecer
que
encierra nuestro océano.
No hay mar que nos detenga.
Aún para nosotros que vivimos alejados de
su canto,
encerrados en el recuerdo que agiganta su
presencia y
construyendo continuamente aquellos ínfimos
castillos
en corvaturas de espaldas, aullidos de
dorsales.
Siempre en ilusión de color. Reflejo
como nuestros instantes de algún otro.
La muerte le creemos ajena, porque es el
río
quien cambia de destino. Él no. Él
persiste,
y es azar también su sexo. Es el mismo,
o la misma, que sostuvo o tragó los marineros.
El que eligió a quién hundir y ofrecer de nutriente
a sus seres. Quien eligió lamer los cuerpos
lentamente
en orgía de olas que se rompen, o rechazar
violentamente hacia una costa, y entregarla
a su socia.
Esa que rechaza la sal de sus entrañas. La
que en verdad
devora. Porque el sol cuando ingresa en sus
entrañas
absorbe también la sangre de su hermana.
La que por siempre en su lecho recibió a
los hombres.
Aquellos que se entregaron a su sueño
porque
la edad vació los días, como quienes en su
ilusión
se entregaron felices a la batalla. Las de
esos otros
que escasos deambulan, babeando las
sonrisas, y
buscan el canto que extraviaron, golpeando
o salmodiando.
Entre el ocaso y la aurora desafiamos la
muerte buscando en las
arenas, en las olas, en la absurda siembra,
o en escalar la tierra,
la palabra que deshaga la alianza que nos
ha sumergido en
esos amuletos de angustia y de esperanza.
© Daniel Viola
Etiquetas: Daniel Viola
1 comentarios:
Poema arrollador como el mar.
Graciela Barbero
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio