19/11/22

Poema de Daniel Viola

 


El sol ha nacido en rojo de vergüenza.

Como la luna cuando se llena de sangre y

 sube abandonando su dolor en el agua.

 

Siempre habrá nostalgia en ese acontecer que

encierra nuestro océano.

No hay mar que nos detenga.

Aún para nosotros que vivimos alejados de su canto,

encerrados en el recuerdo que agiganta su presencia y

construyendo continuamente aquellos ínfimos castillos

en corvaturas de espaldas, aullidos de dorsales.

Siempre en ilusión de color. Reflejo

como nuestros instantes de algún otro.

La muerte le creemos ajena, porque es el río

quien cambia de destino. Él no. Él persiste,

y es azar también su sexo. Es el mismo,

o la misma, que sostuvo o  tragó los marineros.

El que eligió a quién  hundir y ofrecer de nutriente

a sus seres. Quien eligió lamer los cuerpos lentamente

en orgía de olas  que se rompen, o rechazar

violentamente hacia una costa, y entregarla a su socia.

Esa que rechaza la sal de sus entrañas. La que en verdad

 devora. Porque el sol cuando ingresa en sus entrañas

absorbe también la sangre de su hermana.

La que por siempre en su lecho recibió a los hombres.

Aquellos que se entregaron a su sueño porque

la edad vació los días, como quienes en su ilusión

se entregaron felices a la batalla. Las de esos otros

que escasos deambulan, babeando las sonrisas, y

buscan el canto que extraviaron, golpeando o salmodiando.

Entre el ocaso y la aurora desafiamos la muerte buscando en las

arenas, en las olas, en la absurda siembra, o en escalar la tierra,

la palabra que deshaga la alianza que nos ha sumergido en

esos amuletos de angustia y de esperanza.

 

© Daniel Viola

Etiquetas:

1 comentarios:

Blogger graciela barbero ha dicho...

Poema arrollador como el mar.
Graciela Barbero

20 de noviembre de 2022, 18:33  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio