¡Que la muerte aún no regrese para
desatarnos!
Amarramos las orillas del amor.
Nuestra tristeza se deshoja sobre el cielo.
La inmensidad nos arrastra hacia la
tempestad
mientras nos abraza el asombro.
Lo imposible rodea la mesura.
Caigo como una pluma en los bordes de la
ilusión.
Esperar, si, esperar.
Compasiva entre la levedad de lo fugaz.
Ver nacer las estrellas y las voces del
encanto.
Las guerras, el horror,
lo irrefrenable, lo bestial,
la sangre, las sombras
Se ahogan, no nos dejan respirar.
Nada quedará entre los cardos y las flores.
Una mano retiene la caída.
Las voces se agitan y dicen:
“¡Esta necedad destruye lo posible!”
© Patricia Alejandra Nuñez
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