21/9/22

Poema de Fernando Gabriel Caniza

 


 

El gran conjuro

 

Te quiero, dice, con la mirada

y se pierde al toque

entre la masa de cuerpos

en calle Corrientes.

Te quiero, dice, al mismo tiempo

que pensamos

lo innombrable es proceso,

semiosis infinita.

 

Sentimos su presencia 

decidida, definitiva,

haciendo equilibrio

en baldosas rotas. Nadie

la percibe pero está allí

con rabia en devastación

como una tormenta fuera

de temporada. Es casi primavera,

millones de alergenos nos dedican

estornudos tipográficos,

karmas estacionales.

 

Te quiero, dice, batiéndose

entre momias acaloradas

con traje sin vuelo en el subte B

muy resuelta en sus opiniones,

diálogos interminables

con la masa en circulación.

Pero nada ocurre, nada la

aproxima  a un retorno, ella

insiste en no pronunciarse,

después de todo

cualquier afirmación en derrota

representa un salto al vacío

un paradigma cuestionado

una verdad en segundo plano

que pocos escucharían

después de todo

los demás nunca muestran

el mazo de cartas completo,

ni sus temores a una indecisión,

si continúan en disidencia  

o se limitan al aplauso

de lo innombrable.

 

Desde este punto de vista           

el avance es posible si seguimos

la norma de los discursos

la flecha en línea recta.

Pero ella siempre está a terciopelo

de este entripado. Ella convertida

en afluente, en alerta temprana,

con inquietud de sonrisa herida.

              

Pensándolo bien, mejor decimos

te quiero, a cada rato, ella

como punto de partida

nosotros, en este subsuelo

construyendo pequeños lazos

tal vez sea el gran conjuro

ante eso que desarma

las buenas intenciones,

eso que arrasa o lastima,

nos deja sin respuesta

en la mitad del camino.

 

© Fernando Gabriel Caniza

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