7/12/21

Poema de Patricia Cuaranta

 


La piel que habito

Hemos lamido la carne ajena

Y nos quitamos las espinas

Escupimos las llagas a los peregrinos de la tierra

para que no duelan

para que no sangren…

para que no sea demasiado tarde.

Dejaremos a un lado

la belleza de las flores amargas

morderemos los flancos

del último cordero

el mundo se ha detenido en una telaraña infranqueable

es un nuevo relicto de tiempos ancestrales

estamos escribiendo

la bitácora del alba

la bitácora

de los sueños enterrados...

hemos destruido las semillas

el amor

se desgajó en olvidos

los gritos se ajustaron a los candados

y amordazaron los silencios.

Descuartizamos cada día y decimos haber dejado el carroñeo

Al porvenir se abreva.

Cuando miro las flores y la hierba del campo...

para sobrevivir

reconocen del exceso y la escasez

necesitan el agua y el reparo

un poco de luz y otro de sombras

perciben la maldad y la naturaleza de las plagas

saben del daño y la impiedad

La piel que habito, tiene señales de mis orígenes.

Mis padres fueron insistentes

De la vida aprendieron el verbo agradecer

No fue de la gramática, sino de los caminos

No fue de la certeza, sino de la zozobra

En la mesa había siempre un plato de comida para saciar hambres

ajenas.

Las manos estaban extendidas para cruzar arenas movedizas.

Nos enseñaron a los hijos, a preocuparnos por los padres

A los abuelos a tejer lazos con los nietos

El legado se transmite

Se pasa y se entrelaza, está en la naturaleza vital de cada amanecer.

La reciprocidad, es parte de eso mismo, en cada una de las

cosmogonías.

El pensamiento de Occidente, la cultura de la culpa,

de allí la desazón

los desatinos, los olvidos.

La desmesura y la avaricia.

Hoy pienso en desafíos y arrebatos

Veo la calma que antecede a las tormentas

La tierra nos grita el desamparo

Se devora hasta el último destello.

Parir de nuevo cada vez

Tantas hasta volver a ser.

En la memoria del corazón anida la esperanza

Suscribo con fervor de condenado

El devenir me aguarda.


© Patricia Cuaranta


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