Poema de Ariel Ovando
BARRUECO
Agua de nocturna estepa,
de innovada urdimbre material,
dulcifica las telas al ras de los
aparecidos
en trópicos
dulcifica el incendio de las islas
los ideogramas de humo que manan
del fondo del espejo
y dulcifica la hoguera, una campana
que tiene labios de selvas palúdicas
para aprender las morosas vocales,
para que los
seres de maíz
asomen sus ojos profundos
a la punta de mi lengua, enarcada
de nieblas, de pantanos elementales
Y la alas de la mosca deja florecer
retumbando en el tiempo si cantan
y descienden la cabellera del mundo:
porque
quién sabe qué hay bajo nuestros pies
quién sabe cuántos días bajo la tierra
debe permanecer el sol para hablar
con lagartijas de un bosque de cristal
y de espantables tierras
(Y aunque aprenda su lengua,
que tanto irías a reírte,
me pregunto mientras veo el otoño
derrumbarse por la ventana que me separa
de un eventual fin del mundo);
porque nadie va a rumiar como nosotros
las vocales que se pronuncian
como luciérnagas,
como puntitos de luz suspensos
del otro lado del vidrio;
porque nadie, nadie,
agua de nocturna estepa
sabe como nosotros
vimos la estrella
y nos llenaba la boca
el cuenco de la cabra
y su agua desorbitada
al fondo de los pantanos,
donde casi siempre
éramos esas luciérnagas.
puntos ingrávidos
entre el silencio y la sombra.
© Ariel Ovando
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